
En pleno siglo XXI, la edad de las personas continúa siendo uno de los secretos más guardados, o al menos disimulados.
Sin considerar que existen distintos aspectos personales que hablan por o de nosotros.
A ver si coincidimos. Las cosas que delatan nuestra edad son, por ejemplo: los gustos musicales, la forma de vestir, el vocabulario, el perfume que usas, incluso las preferencias a la hora de elegir que comer, entre muchos más.
Pensándolo bien, que grandioso que tantos detalles nos identifiquen, distingan y representen. Después de todo, podemos interpretar además que gracias a eso también dejamos huellas allí por donde andamos.
A caso, ¿no se alegran los pensamientos cada vez que se recuerdan esos aspectos de aquellas personas que pasaron por nuestras vidas dejándonos lo mejor de sí?
Descubrir, conocer, aceptar y respetar el envejecimiento propio y el de los demás significa que somos conscientes de la naturalidad de nuestro ser físico, mental y emocional que vive sus experiencias.
Envejecer es un tema tan serio, que merece ser contemplado velando por garantizarle los mejores hábitos posibles. Aquellos que, mientras disfrutas de una vida armoniosa, logras cultivar las mejores emociones en las relaciones familiares y sociales.
Al ser el envejecimiento una construcción social, desde el lugar de cada uno se puede contribuir inicialmente con una mirada cálida y de buen trato hacia los demás. Con esto reflexiono: cuantas situaciones inhumanas es posible evitar.
Hay tantas otras cuestiones tan importantes, como para darle un sentido desvalorizador a la edad.
Después de tanto exterior y tanta exposición, detenerse a darle atención al cuerpo es descubrir la biblioteca más grande que podemos crear y valorar. Aquí reside toda la información suficiente para reencontrarnos con nosotros mismos.
Nos lleva a recordar nuestra historia, necesidades y posibilidades de elegir que queremos para complementar nuestra vida.
De aquellas imágenes que tenemos, de cómo son las personas mayores, por estereotipos instalados en el consciente colectivo. Pasemos a considerar que somos los nuevos viejos, los que hoy tenemos 30, 40, 50, 60 años, seremos los que en unos pocos años tendremos 60, 70, 80 y 90.
Así como la realidad de cada uno es tan diversa, así también lo será la vejez de mañana.
Luciana Villagra