Con el lema “El impulso de la región al mundo”, que se extenderá hasta el miércoles on line, con la disertación de distintos actores de la cadena.
En la apertura estuvo la presidenta de la entidad Norma Bessone, que remarcó la importancia de esta cita y el trabajo de la entidad que busca profesionalizar a todos los ámbitos y por eso se destaca en este Seminario a la actividad insignia de la región que ubica a Rafaela como el centro de la actividad a nivel nacional.
Para Daniel Costamagna, el ministro de la Producción de Santa Fe, el desafío está puesto en transformar al maíz en alimentos, para mejorar el agregado de valor y la producción de alimentos. “La lechería es un ejemplo claro de eso” y puede “la pasión, el compromiso, la familia, la inclusión de los jóvenes en la actividad” generar un impacto positivo mayor en las exportaciones y en el impacto socio-económico directo en la provincia. “Creo en una lechería grande, en crecimiento, con incorporación de tecnología y de gran calidad.”
Desde Córdoba, su par Sergio Busso, remarcó “es tiempo de avanzar y dar un salto de calidad, es tiempo de resolver el estancamiento del sector con más producción, más vacas y con la mayor cantidad de tambos posibles, que los tambos más pequeños sigan siendo parte de la cadena. Necesitamos a una industria integrada, políticas lecheras y mano de obra rural, donde se aplique todo el desarrollo de tecnología”.
Jorge Giraudo, director ejecutivo del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina, dependiente de la FunPEL, con gran experiencia en el sector, habló sobre la “Situación actual de la cadena láctea argentina, desafíos y oportunidades”.
Comenzó explicando que el balance lácteo se compone de la producción, el consumo y las exportaciones. El crecimiento de la producción tiene un comportamiento por demás estable, que a partir de de 2003 inició una etapa de expansión muy leve, estando hoy el parámetro de 2020/2021 en números similares a los de 2012, con unos 11.400 millones de litros al año, con parámetros oscilantes que rondan el dos por ciento.
Mientras Nueva Zelandia se comporta de forma similar, pero muy por encima de las cifras argentinas, aquí se presentan condiciones políticas, económicas que modifican la capacidad de planificación.
Los tambos de menos de dos mil litros representan hoy al 48 por ciento de las unidades y aportan el 13,8 por ciento de la leche, mientras que los de más de diez mil litros son el 5,2 por ciento de las unidades, con el 28 por ciento del total de la leche, en una tendencia de la concentración muy acelerada. En todos los casos, los tambos muestran un crecimiento en los últimos cinco años algo más del cinco por ciento, lo cual demuestra eficiencia dentro de la cadena.
La empresa más grande del país capta el 12 por ciento de la materia prima, la mitad de lo que pasa con las líderes en otros países, mientras que las cuatro más grandes se quedan con el 32 por ciento de la producción. En Argentina las cooperativas tienen un cinco por ciento de captación de leche cruda, mientras que la informalidad ronda el 40 por ciento de la producción, por diferentes motivos.
Las 16 principales empresas en 1994 representaban el 68 por ciento de la captación de leche, lo cual hoy está en el 59 por ciento.
En el país el consumo per cápita no logra crecer de los nueve mil millones de litros per cápita, que si bien es bueno en general, el deterioro de la capacidad económica hace que el reparto del consumo sea dispar. Son 185 litros al año los que consume cada argentino.
El mercado interno indica que en este 2021 se cierre con 26 por ciento de la producción exportada. La lógica de cada litro extra debe salir del país, tiene limitantes en cuestiones políticas, pero también en las condiciones composicionales de la materia prima sobre las que se debe trabajar profundamente entre la producción primaria y la industria.
En la mayoría de los años hay una tasa que no cubre el costo de oportunidad, no permite hacer amortizaciones y afecta a la rentabilidad de los tambos, lo cual lleva a una contracción en las unidades productivas. Sucede algo similar en las industrias.
Las ventajas compartidas son muchas en el país, en ambiente, clima, agua, superficie, mano de obra de calidad y disponibilidad, el conocimiento del negocio, aunque todo se contrapone con falta de condiciones económicas, con medidas que transgreden a las posiblidades del negocio, la presión impositiva que ronda el 40 por ciento, baja disponibilidad crediticia, retrasos cambiarios, precios relativos distorsionados, legislación laboral regresiva, infraestructura muy básica, baja disponibilidad de gas como energía gasífera para las industrias, entre otras variables a contemplar.
En Argentina el precio al productor está en 34 centavos de dólar, mientras en el mundo el valor se ubica en los 43 centavos de dólar, ese deterioro es lo que determina muchas de las situaciones que marcan al deterioro para la cadena.
El 75 por ciento de la leche que se destina al mercado interno, debería tener un valor final de 1,20 dólares por litro, sin embargo la primarización del consumo no permite estandarizar los valores como en países competidores. Lo mismo sucede con las ventas al exterior, las retenciones no permiten percibir los 60 centavos de dólar como en el resto de los países.
Valor por litro de leche equivalente de 93 centavos de dólar, cuando debería llegar a 1,13 dólares, siendo del 36,7 por ciento la participación de la producción primaria que relativamente es mayor en la comparación con países como Uruguay.
Nuestro país no tiene problemas con el tamaño del negocio, tampoco del reparto, sino que “el queso que llega a la cadena se reduce a la hora de comenzar el reparto”. “La cadena no está pudiendo repartir recursos dentro de sus dos principales actores como debería”, además por la forma de pago de la materia prima entre la industria y la producción, se genera un deterioro aún mayor en un tema que es el gran pendiente del sector, pasar del pago por litro al pago por calidad.
Se deben manejar sistemas de financiamiento interno en la cadena, combatir la marginalidad dentro de la cadena.