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Para rever los modos que tenemos de entender y pensar en el envejecimiento, es necesario disponer y dirigir la atención en considerar la multiplicidad de factores que inciden en la integridad del ser humano y el contexto social en el cual se desarrolla.
Infinidad de libros y trabajos de especialistas por doquier tenemos al alcance, que exponen desde las más completas y diversas disciplinas. En su gran mayoría con fundamentos razonables sobre la vejez como proceso natural en la última etapa de la vida después de los sesenta años. Aquí es cuando la curiosidad nos conduce a introducirnos al gran universo que somos cada uno, con todo aquello que nos identifica.
Aparentemente hay un anhelo por aceptarnos mientras la naturaleza misma se expresa a través del cuerpo humano que habitamos y afecta nuestra conducta ante las distintas circunstancias que se presenten.
Si hablamos de relatos podemos conocer, entre tantas cosas más, un común denominador dado por esos interrogantes que aún no tienen respuesta. Son tantas las preguntas que guardamos…
En la memoria oscilan esos recuerdos aparejados de emociones, esas que cultivaron los viejos, que bien pudieron ser nuestros padres o abuelos, de aquellas épocas cuando crecíamos. Fuimos testigos del paso del tiempo sin darnos cuenta, observamos al natural esos cabellos grises, costumbres arraigadas y modos en los códigos familiares y sociales.
Hasta se registra un deseo de poder compartir un tiempito más con ellos, donde se pueda observar nuevamente la totalidad de esos encuentros, y prestar atención hasta el más mínimo detalle. Abrazar ese cuerpo protagonista de toda una vida en expansión, experto de innumerables vivencias y con la sabiduría innata de permanecer con lo que estaba al alcance.
A su vez, llegados hasta aquí la humanidad permitió que se instalen aquellos relatos anti edad, que de alguna forma pretenden negar lo innegable, frenar lo infrenable.
Con tanto a cuesta, es revolucionario reencontrarse uno junto al otro. Lucirnos eso que nos hace únicos, ayudarnos a ser conscientes de los buenos hábitos y costumbres que contribuyan a la calidad de vida.
Por suerte, hay personas mayores emergentes que con su presencia y actuación en los espacios sociales, demuestran las ventajas que tiene un ser humano en proteger y hacer prevalecer aquello que los hace únicos.
Son tantas las miradas que definen a la vejez, cada una desde un lugar determinado, que es nuestra responsabilidad conocer y elegir aquella que nos construya sin perder la esencia humana, natural y biológica que nos es propia.
Por Luciana Villagra desde Con Voz/s Mayor