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Creo que uno nunca puede imaginar con exactitud cómo será de viejo, por muchas consideraciones que tengamos en cuenta, hay cuestiones que están más allá de toda imaginación.
Si hay algo que me llama poderosamente la atención, es la puesta en valor de las maravillas del mundo, las nuevas maravillas de argentina, y de cada lugar geográfico del planeta tierra.
Ahora bien, ¿cuánto se promueve la puesta en valor de las maravillas del ser humano?
¿Podemos reconocer inmediatamente cuales son nuestras propias maravillas?
En este tiempo compartido culturalmente, reconocemos algunos binomios ya instalados como ser, vejez y sufrimiento, vejez y dolor, vejez y olvidos, y un sinfín aún pendientes de cuestionar.
Como en todo siempre hay un lado B, entonces con respecto al binomio placer y vejez, ¿está culturalmente instalado? Da la sensación que al placer lo vamos perdiendo a medio camino.
Tal vez si probamos tener más presentes y difundidas nuestras propias maravillas del cuerpo humano, como ser cada uno de nuestros órganos, cada uno de nuestros músculos, huesos, cada célula y cada componente que nos conforma con integridad, nos resulte más familiar identificar cuantos y variados placeres que nos gratifican y dan sentido a la vida.
Mediante nuestras maravillas es que logramos los placeres, aquellos como sentirnos bien, alcanzar una meta, saborear algo rico, sentir un aroma, contemplar una imagen, escuchar música, disfrutar de abrazos, besos y caricias, además de poder sostener relaciones en base del cuidado y respeto. Por lo visto y repasado, podemos a diario contar innumerables placeres incluso siendo personas mayores.
Entonces en la vejez no solo registramos pérdidas, también podemos registrar ganancias. Ya que los placeres generan en el cerebro sustancias que favorecen el buen humor y la felicidad.
Por Luciana Villagra desde “Con Vos/z Mayor”
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